The Shape of Water o Creatividad Fantástica
Dejar el calor del hogar en fin de semana para salir a a exponerse a la temperatura invernal de Chicago de -12 centígrados, (11 F) debe ocurrir algo especial o tentador. Tras la llamada telefónica de una amiga que pedía ser rescatada de la cabin fever por la que estaba pasando decidí que el título de The Shape of Water, sonaba seductor. Luego de ponernos de acuerdo, minutos después la recogí para manejar 23 millas que nos llevarían a una de las contadas salas de cine en donde se exhibía la cinta en la zona metropolitana de Chicago.
Durante las dos horas de duración del film y en las escenas más surrealistas, ocasional y discretamente seguía las reacciones de mi acompañante, pues la película había sido mi elección y con muy pocos elementos de información respecto al argumento. En la obscuridad de la sala, ella se veía inmovilizada, paralizada en el asiento, como una estatua solo una vez la sentí moverse durante los 120 minutos.
Por mi parte, a medida que avanzaba la cinta me asombraba de la capacidad de la mente humana y me preguntaba cual era el secreto o técnica para poder generar ideas como las contenidas en la trama que en esos momentos presenciaba, así como de la habilidad de poder ponerlas en perspectiva. Cómo una joven muda y una criatura marina de apariencia turbadora, -parte hombre, parte monstruo acuático-, pero aparentemente poseedor de cierta inteligencia, podían establecer contacto inicialmente a través de simples huevos cocidos y más tarde con música. Sin respuesta inmediata, me consoló el pensar que ésta era la versión milenaria de La Bella y la Bestia donde dos seres de apariencia física extremadamente opuesta se unen ante la honestidad de sus sentimientos.
A lo largo de la trama la relación de Eliza Esposito (Sally Hawkins) y el anfibio (Doug Jones) se va haciendo cada más estrecha, al punto de consumar su acercamiento sexualmente y bajo el agua. La cinta mezcla diversos elementos que remueven las emociones de los presentes. Escenas de sexo al estilo Hollywood, agitadas y en target, como la personificada por el malvado Fleming (David Hewlett) y su esposa, también sexo sensiblero, como el de Eliza y el hombre pescado (quien es parecido a Ultraman); amistad incondicional como la existente entre Eliza y Giles (Richard Jenkins) pese a la diferencia de edades y limitaciones físicas; la camaradería que se da entre Eliza y Zelda (Octavia Spencer), la complicidad y estoicismo a cargo de Michael Stuhlbarg como el científico Bob. También está presente la problemática racial, el abuso de poder y el espionaje ruso (el que vuelve a estar al día).
Luego de transportarnos por la nostálgica década de los 60s., -la cual es recreada con apegada originalidad, incluyendo tonos y colores, los que podrían también ser asociado al turbio mundo marino-, con una gran variedad de sobrenaturales escenas durante poco más de dos horas pregunté a mi amiga su opinión sobre lo que acaba de presenciar, como si acabara de salir ella misma de la pantalla respondió: “intense very intense”.
De acuerdo, la cinta es intensa porque Eliza en su soledad física a la que se suma su obligada introspección ante la carencia del sonido de su voz, no sólo se enamora, sino establece contacto sexual con un ser diferente, aún más diferente que la condición de ella, huérfana abandonada y muda. Intensa, porque Eliza alimenta al ser marino, no sólo físicamente sino, humanamente con atención, tiempo, protección; el que culmina en un amor por el que ella entrega su vida terrenal.
La película de Del Toro, está llena de misterio pero sobre todo mucha imaginación y fantasía con una gran carga de amor. En ella los seres malignos como Fleming, son los personas “normales.” A decir de mi acompañante: “tendría que estar muy desesperada para llenar de agua y usar el viejo cuarto de baño como alberca para tener contacto sexual con un anfibio.”
Quizá Eliza estaba desesperada de no ser escuchada, de limpiar todos los días el desecho humano, de ser ultrajada por su incapacidad física. De la misma manera, quizá los seres que la rodean estaban desesperados, el anfibio sudamericano de ser transportado de un lado a otro para ser golpeado y maltratado como una criatura inferior; cuando en realidad su capacidad física y emotiva mostró ser superior a la del ser humano, siendo la muestra más simple el arte de amar. SIn olvidar al también solitario Giles, quien refugia sus frustraciones y el rechazo profesional estableciendo monólogos con Eliza y gastando sus escasos recursos en pays que terminan refrigerados.
La desesperación es falta de imaginación, falta de fantasía, falta de ilusión, pérdida de esperanza. Sin embargo, en La Forma del Agua sobran todos esos elementos, pero sobre todo abunda la esperanza para quienes de alguna manera han sido excluidos. Esa esperanza permite que el amor exista y trascienda sin que el agua lo ahogue, gracias al toque mágico de un ser sobrenatural que carece de todo atractivo físico.