¿Dueña o Señora del Mundo?

Mural Virgen de Guadalupe en Oak Park, IL

Mural Virgen de Guadalupe en Oak Park, IL

Descubrir la imagen de la Virgen de Guadalupe pintada en una de las paredes que sostiene la estructura de las vías del tren de la terminal en Oak Park, Illinois que corre de este a oeste por Chicago, fue sorpresivo por considerarse este suburbio como uno de los más prósperos y elitistas vecindarios famoso entre otras cosas por su arte e historia y localizado a solo minutos del centro de la ciudad de los vientos.

En cuanto a lejanía desde su santuario original en la Ciudad de México, la Basílica de Guadalupe, la representación de la Virgen ha ido mucho más lejos que el centro de Oak Park, exhibiéndose por ciudades de Europa, el Este y Medio Oriente a través de diversas manifestaciones artísticas no sólo en templos religiosos, sino museos, restaurantes, almacenes y hasta en prendas de vestir. Al contemplar su presencia fuera de su templo original siempre llegó a la misma conclusión: “que lejos ha llegado la Virgen”.

Sin embargo, esta vez al verla pintada en una céntrica pared de un lugar históricamente  controversial como ha sido Oak Park, la usual conclusión no se detuvo en las distancias que la imagen ha cruzado, sino que dio paso a la reflexión sobre mi propia experiencia con el fenómeno guadalupano dentro de la cultura mexicana en la que crecí.

Recuerdo mi primer acercamiento con la imagen de Guadalupe en el hogar materno, donde arriba de la cabecera de la recámara principal colgaba un enorme cuadro florentino (gigante quizás para alguien de seis años), que protegía un pergamino que retrataba a la Virgen por lo que ahora deduzco siempre estuvo ahí,  antes que yo llegará a ser parte del lugar  que ella estratégicamente ocupaba desde el cuarto principal.

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Consideré que los mexicanos nacemos guadalupanos. Lo somos más por herencia que por conocimiento de la causa. Sin embargo, no hay duda que cualquiera que sea el motivo o atracción  hacia la Virgen de Guadalupe, existe desde el principio de nuestras vidas un apego, respeto y admiración hacia ella, lo que he podido comprobar en cada uno de mis encuentros con la imagen en diversas partes fuera de Mexico y Estados Unidos.

Ese respeto y admiración lo he sentido de manera auténtica, a flor de piel, no como una imposición repetitiva por ver su imagen incontables veces desde los hogares familiares, como en medios de transporte, centros de trabajo, barrios, templos, joyerías, restaurantes y mucho más, como ocurre en México, sino como prueba de su poder de avance de apertura y evolución. De manera silenciosa pero evidente se instalaba en Oak Park, un terreno difícil, no accesible a cualquiera.

También recuerdo a la virgen como protagonista de la vida de muchos en México, cuando  en aquel entonces abundaban los basureros “privados”,  aquellos que los mismos vecinos de una colonia “creaban” con tan solo arrojar sus desechos en una esquina. Ante la falta de servicios públicos y ante la falta de atención de las autoridades, éstos se multiplicaban sin control, en particular en colonias carentes de recursos. De esta manera, mientras que por un lado los habitantes del barrio contribuían al problema tirando sus desechos en cualquier área despejada por el otro, estaban aquellos vecinos incómodos con las condiciones insalubres que traía esta situación, por lo que ante la ausencia de autoridades que se responsabilizarán del hecho, se apareció la Virgen Morena.

A partir de entonces surgió un movimiento. Los vecinos inconformes por la aparición de basureros, levantaron altares improvisados en los lugares ocupados por los desperdicios, teniendo como personaje central a la Virgen de Guadalupe. La instalación de la imagen colgada en paredes por diferentes sectores de la ciudad empezaba a producir resultados, o los basureros cambiaban de lugar, o definitivamente desaparecían para dar paso a un pequeño centro de adoración dedicado a la imagen virginal el que se decoraba con flores y luz… sobretodo con luz producto de numerosas veladoras.

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A esa acción se fueron sumando otros elementos que culminaban en la celebración del día 12 de diciembre, cuando vecindarios -antes en disputas-, se unificaba como comunidad para recordar la aparición de la Virgen a Juan Diego, en el Cerro del Tepeyac. Bebidas con “piquete” (alcohol), se repartían entre los asistentes,  lo que hacía que se rompiera el hielo entre los presentes, quienes ya animados no escatimaban recursos y se realizaba la “cooperacha”  para ofrecer serenata a la Virgen de Guadalupe con los típicos mariachis. Todo eso sucedía bajo el cobijo guadalupano. Poco a poco desaparecían los montones de desechos al aire libre para rendir tributo a la Virgen a través de esos improvisados altares de adoración.

Al correr de los años la Virgen se adueñó de mi admiración, respeto y devoción pero también de mis dudas, las que con las enseñanzas que ofrece el paso del tiempo, se han ido aclarando. El atestiguar  su presencia fuera de México, instalada en las regiones más remotas, se presentan una mezcla de emociones pero sobre todo la idea de que si conocen a la Virgen, la humanidad en general sabe dónde está México por abandonado que parezca. Asimismo me recuerda qué México existe, que tiene un lugar relevante en la geografía mundial gracias a la embajadora de origen mexicano que sin discursos o tratados, se apropia calladamente del espacio cubierta bajo el manto de la cultura indígena que la vio nacer.

Su manifestación en el mural de Oak Park, el que la recrea sin rasgos definidos en el rostro y  rodeada de frases en inglés me hizo pensar sobre su identidad en el lugar. Para concluir que contra lo que pudiera parecer, la Virgen no había perdido su mexicanidad, por el contrario, había logrado trascender recorriendo distancias, comportándose como una migrante más y lo confirmaba el mensaje de una de las frases rodeándole:

Am I not a reflection of you? (¿No soy un reflejo tuyo?). Para luego el mismo retablo prometer una sola palabra de consolación familiar a todo ser que se enfrenta a numerosas batallas, sobretodo en tierra ajena: Protección.

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Sin duda alguna la Virgen de Guadalupe ha sido centro de diversos cuestionamientos uno de ellos es mencionado por Delia Cosentino, quien ofrece una cátedra sobre Guadalupe en la Universidad DePaul, el origen de la Virgen ha sido visto como el conducto que permitió alcanzar el objetivo de la Conquista. Cierto o no, el planteamiento contribuye a recapacitar que si esa ha sido la misión de la Virgen, su labor se ha ido cumpliendo pues su presencia  alrededor del mundo, ha servido de eslabón para unir razas y conquistar pueblos como emblema del pueblo mexicano.

A decir de Cosentino, el futuro de la Virgen se avizora enriquecedor dados sus variados componentes, pasados y presentes combinados con la fuerza simbólica que representa lo que incluye raza, cultura, credo y política por lo que dijo:

 “Ella está aquí para quedarse. Es el tipo de imagen que si alguien tratara de destruirla, todos sus restos se levantarían como un ave fénix de las cenizas”.

La virgen continua su propio peregrinaje, su objetivo en cada lugar al que llega es único. Descubrir un significado puede ser diferente para cada persona todo depende de sus fundamentos, sus creencias. La fuerza de su presencia es innegable pues se ha convertido en un símbolo cuyo principal mérito consiste en cambiar las estructuras del lugar donde se aparece. Lo que quizá le ha permitido traspasar fronteras e introducirse en complejos estilos de vida como el que distingue a Oak Park.