Tres Misterios Resueltos en Albuquerque

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Al llegar a Albuquerque, Nuevo Mexico cumplí con la entrevista que me había llevado hasta ahí, luego tuve oportunidad de recorrer la ciudad y aclarar algunas ideas preconcebidas sobre el lugar las cuales carecían de un fundamento sólido, solo se basaban en conversaciones casuales.

Antes de conocer la ciudad, escuchar la palabra Albuquerque me hacia evocar la imagen de una fina y fresca mañana se dibujaba en mi mente, una alborada en la que en cualquier momento aparecerían en el cielo brillantes colores y no precisamente provocados por un arcoiris, sino por el vuelo de los famosos globos aerostáticos, los que son el tema común cuando se menciona esta región en Estados Unidos. Junto a esas percepciones se unía otra más, la idea de que Nuevo Mexico, por haber sido parte del territorio mexicano, sus costumbres y estilo de vida eran similar al de México, país en el que crecí la mitad de mi vida por lo que no llamaba mi atención. Sin embargo, una vez en el lugar la realidad superó a la imaginación.

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Para empezar, fue a la mañana siguiente en que me quedó claro que no son los amaneceres fríos de Albuquerque los que son dignos de alabarse, sino es la despedida del sol, el atardecer el que merece ser contemplado. Su crepúsculo tiene cómo trasfondo las montañas  que enmarcan un cielo azul intenso que hace olvidar la existencia de un cambio climático. Bajo este marco recae una variedad de colores reflejados en diferentes matices, regalando al espectador con el paisaje ideal de una tarjeta postal. Por tanto, la aparición de los populares globos aerostáticos en mi imaginación y que en la realidad existen, fue innecesaria ante la presencia de este panorama de esplendor natural, el que por seguro no pasó desapercibido para aquellos que desde octubre de 1972, organizan la fiesta de balones multicolor más fotografiada del mundo, en un intento por alcanzar este cielo, dentro de canastos impulsados por balones de aire caliente.  

  “Preguntando se llega a Roma” y también hace conocer a una persona. El popular adagio siempre da resultado aunque a veces no es fácil. Para conocer una ciudad hay que envolverse de alguna manera con su gente. Albuquerque es la ciudad más grande del estado de Nuevo Mexico, sus habitantes en general se caracterizan por su accesibilidad al aproximarse a ellos, además de ofrecer un trato amigable y cortés, al grado de desviar su camino para asegurarse de que la persona llegue a su destino -especialmente si es alguien que como yo, hasta hoy en día me resulta complicado descifrar las direcciones que incluyan los cuatro puntos cardinales, algo común en Estados Unidos.

 La entidad cuenta con variadas atracciones desde museos que relatan diversas historias, incluyendo arte y música, hasta lugares que muestran la historia de actividades recreativas como es el caso de los globos aerostáticos. Aunque la mañana era fría visité el zoológico al aire libre, para luego trasladarme al BioPark en el que se incluye el acuario, el que comparte instalaciones con el extenso jardín botánico donde se pueden apreciar distintos estilos del arte en la jardinería. Haciendo uso de su terreno montañoso, en el estado de Nuevo México también existen áreas para escalar, esquiar y no falta el casino.

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 Aunque por un lado la entidad presenta características físicas y culturales muy parecidas a las de la cultura mexicana lo que explica la confusión creada entre propios y extraños sobre sus orígenes, por otro lado no hay duda que Albuquerque tiene su propia historia, su propia visión del mundo, pero sobretodo ha creado su propia  idiosincrasia que la ha llevado a trascender dentro del mapa de Estados Unidos aún con concepciones erróneas como en mi caso.

El carácter y personalidad de Albuquerque están claramente definidos en su gente quienes hasta la actualidad conservan rasgos y costumbres de la cultura original indígena, su historia es presentada con detalles en el Centro Cultural Pueblo Indio. Sus orígenes se atribuyen a tribus formadas por los Indios Pueblo y Apaches o Navajos , de quienes se muestra fueron los primeros pobladores de Nuevo Mexico mucho antes de la llegada de los españoles en el siglo XVI, antes que la zona geográficamente perteneciera a México y también mucho antes de la intervención estadounidense en este mismo lugar.

Pese a los conflictos originados por la intervención de estas tres culturas buscando poseer y tener control del área, la influencia de cada una de ellas ha dejado su huella y continua avanzando. De ello hablan sus construcciones con material de adobe que lo mismo han existido desde tiempo remotos en España, México y países de Latinoamérica, las que eran reconocidas como viviendas para personas de escasos recurso y que hoy en día existen en Albuquerque combinando pasado y presente. En la actualidad las casas son construidas respondiendo a necesidades ecológicas pero manteniendo el diseño arquitectónico original al mismo tiempo que conservan las estructuras antiguas, las que junto a las creencias y forma de vida del lugar recrean un ambiente místico en el que se percibe el legado de sus antepasados.

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El adentrarme en la historia de Nuevo Mexico a través de sus puestas de sol, centros culturales, lugares recreativos y trato con su gente, dejó claro que su origen pasado y presente no es producto de su apego a la cultura mexicana, tampoco de la herencia española, ni la influencia anglosajona, aunque existe la huella que ha dejado cada una de ellas, lo que no ha impedido que cada una de esas aportaciones junto con las propias de los nativos, haya dado como resultado la creación de un bagaje cultural propio, el que no ha sido fácil proteger y que en palabras del educador del Centro Cultural Pueblo Indio, Jon Ghahate fue así expresado:

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“Nosotros [indígenas] siempre hemos estado aquí desde antes que esto se llamara América, seguimos escuchando las voces de los que han muerto y contribuyeron a la cultura del lugar”.

 El nítido cielo de Nuevo México, junto con sus montañas y atardeceres provocan un efecto mágico, confirmando que aún están presentes los elementos naturales, incluyendo sus primeros pobladores.